viernes, 1 de abril de 2011

Segunda Guerra Mundial

A diferencia de la primera, la II Guerra Mundial por sus características puede en parte denominarse Guerra entre Inglaterra y sus aliados versus Alemania y sus aliados. Francia y Reino Unido declararon la guerra a la Alemania nazi el 3 de septiembre de 1939 en virtud de un tratado suscrito con Polonia, cuyo territorio había sido invadido por la Wehrmacht, ejército alemán. Francia fue derrotada sucesivamente durante la primera parte de la guerra, lo que llevó a que la mitad norte y parte del oeste del país fuese ocupada por los alemanes, y la mitad sur gobernada por el gobierno colaboracionista de Vichy. El país fue finalmente liberado gracias a los esfuerzos conjuntos de los aliados, de las tropas de la "Francia libre" y de la Resistencia organizada en el interior del país.

Primera Guerra Mundial

Por sus características, la I Guerra Mundial en parte puede resumirse como una Guerra entre Francia y sus aliados versus Alemania y sus aliados. Francia resultó vencedora en esta guerra que se desarrolló entre 1914 y 1918, y que le permitió recuperar las provincias de Alsacia y Lorena, anexionadas por Alemania desde la guerra franco-prusiana de 1870. Desde 1918, Francia tuvo el control de la región del Sarre hasta que en 1935, tras un plebiscito y respetando su resultado, se lo devolvió a Alemania. Los destrozos materiales dejaron la infraestructura del país en peor estado que la de Alemania.

Tercera república

Durante las últimas décadas del siglo XIX, Francia al igual que las demás potencias europeas se lanza a colonizar África (ocupando en norte, el Magreb; en el occidente, Sudán y Guinea; en el centro, el Congo; en el sur, Madagascar; y en el oriente, Somalia) y Asia (en el oeste, Líbano y Siria; en el sudeste, Indochina), entre otros. La situación dio origen a numerosos conflictos como el incidente de Fachoda frente a Gran Bretaña por la posesión de una parte del Sudán, que se vio resuelto a través de la "Entente cordiale", o la Crisis de Tanger frente a Alemania, por la hegemonía en Marruecos, que también se solucionó favorablemente.

Segundo Imperio francés

Napoleón III de Francia, sobrino de Napoleón I, dio un golpe de Estado e instauró un nuevo Imperio. El nuevo Régimen intentó compaginar un gobierno autoritario y personalista con el mantenimiento de los principios liberales burgueses. Napoleón III ejerce el poder ejecutivo auxiliado por sus ministros. El poder legislativo se reparte en tres cámaras: un Consejo de Estado, designado por el emperador y encargado de elaborar los proyectos de ley; un Senado, guardian de la Constitución imperial y compuesto por senadores vitalicios también nombrados por Napoleón; y un Congreso, elegido por sufragio universal masculino pero sin iniciativa legal. Bajo una apariencia de participación popular, se mantenía un regimén conservador al gusto de la alta burguesía. La estabilidad política fue acompañada de una económia que propició el desenvolvimiento de todos los sectores productivos y el incremento de los apoyos sociales al régimen. Para restaurar la grandeza de Francia Napoleón III desenvolvió una activa política imperialista llevando a cabo expediciones hacia Africa y Extremo Oriente, venció con Inglaterra a Rusia en la Guerra de Crimea, pero intervino sin éxito en México al intentar constituir un imperio liberal gobernado por Maximiliano I y sucumbió tras la derrota sufrida por su ejército en el marco de la guerra franco-prusiana de 1870-1871. Victor Hugo fue un intelectual que denunciaba los desaciertos del régimen. Durante este periodo se registró la más radical transformación urbanística y de infraestructuras de la historia de París. Tras la abdicación de Napoleón III, surge brevemente la experiencia de la "Comuna de París". En Francia se inventa el globo aeroestático.

Restauración

Cuando Napoleón falleció en 1821 en la isla de Santa Elena, Luis XVIII tomó por segunda vez el imperio pero esta vez con las ensenñanzas de la revolucion.En el Congreso de Viena se intentó restaurar el mapa político europeo. Sin embargo se habían removido los cimientos de la vieja Europa, y ya no volvería a ser la misma. Se entronizó a Luis XVIII, a quien sucedió Carlos X, y a este Luis Felipe I, el "rey ciudadano". En 1830 y 1848 sendas revoluciones nacidas en Francia repercutieron en el resto de Europa, en 1839 Francia le declara le guerra a México conocida como la Guerra de los Pasteles por las reclamaciones hechas del embajador de Francia de pagar seiscientos mil pesos a un pastelero por unos pasteles que no pagaron los soldados de Antonio López de Santa Anna y el fusilamiento de un ciudadano fránces acusado de piratería.

Edad Contemporánea

Primer Imperio francés

El Imperio Napoleónico (1811).
Napoleón I.
El Consulado y la primera República cederían su lugar a Napoleón Bonaparte, que se hizo con el poder en Francia en medio de la Revolución francesa. Napoleón batallando en Italia y Egipto (a donde llevó científicos y estudiosos investigadores, inaugurándose así la "egiptología"), pronto dirigió la contraofensiva francesa ante las potencias europeas que pretendían restaurar el antiguo régimen, de esta manera, general victorioso convertido en héroe de la revolución, se coronó a sí mismo Emperador de Francia en 1804, y construyó un vasto Imperio que lideró el continente. Durante el Imperio de Napoleón I los territorios de Francia se extendieron hasta la frontera con Rusia. Disolvió el Sacro Imperio Romano Germánico, y extendió y afianzó los ideales revolucionarios por toda Europa, y en consecuencia, el mundo. Napoleón, tan genio militar como estadista, ideó el "Bloqueo Continental", para dar una mayor consecuencia económica a sus transformaciones políticas. Promulgó un código civil, al que se denominó posteriormente "Código Napoleónico", modelo en su género. Napoleón, el grande, se enfrentó victorioso en varias guerras a las coaliciones de sus rivales. Finalmente hubo de ser derrotado por la Europa entera coaligada. Así concluyó este Imperio. Bonaparte aun volvió, pero las demás potencias europeas, temerosas, no le dieron tregua. Corría el año 1815.

El Régimen del Terror (1793 - 1794)

La Convención promulgó una nueva Constitución el 24 de junio en la que se ampliaba el carácter democrático de la República . La Constitución de 1793 reconocía el derecho al trabajo, a la asistencia social y a la enseñanza gratuita para todos. El sufragio censatario fue sustituido por el sufragio universal.  Sin embargo, este estatuto nunca llegó a entrar en vigor. El 10 de julio, la presidencia del Comité de Salvación Pública fue transferida a los jacobinos, que reorganizaron completamente las funciones de este nuevo organismo. Tres días después, el político radical Jean-Paul Marat, destacado líder de los jacobinos, fue asesinado por Charlotte de Corday, simpatizante de los girondinos.
Asesinato de Marat por Charlotte Corday
La indignación pública ante este crimen hizo aumentar considerablemente la influencia de los jacobinos en todo el país. El dirigente jacobino Maximilien de Robespierre pasó a ser miembro del Comité de Salvación Pública el 27 de julio y se convirtió en su figura más destacada en poco tiempo. Robespierre, apoyado por Louis Saint-Just, Lazare Carnot, Georges Couthon y otros significados jacobinos, implantó medidas policiales extremas para impedir cualquier acción contrarrevolucionaria. Los poderes del Comité fueron renovados mensualmente por la Convención Nacional desde abril de 1793 hasta julio de 1794, un periodo que pasó a denominarse Reinado del Terror.
Sant-Just
Desde el punto de vista militar, la situación era extremadamente peligrosa para la República. Las potencias enemigas habían reanudado la ofensiva en todos los frentes. Los prusianos habían recuperado Maguncia, Condé-Sur-L'Escaut y Valenciennes, y los británicos mantenían sitiado Tolón. Los insurgentes monárquicos y católicos controlaban gran parte de La Vendée y Bretaña. Caen, Lyon, Marsella, Burdeos y otras importantes localidades se hallaban bajo el poder de los girondinos. El 23 de agosto se emitió un nuevo decreto de reclutamiento para toda la población masculina de Francia en buen estado de salud. Se formaron en poco tiempo catorce nuevos ejércitos —alrededor de 750.000 hombres—, que fueron equipados y enviados al frente rápidamente. Además de estas medidas, el Comité reprimió violentamente la oposición interna.
Ejecución de Mª Antonieta
María Antonieta fue ejecutada el 16 de octubre, y 21 destacados girondinos murieron guillotinados el 31 del mismo mes. Tras estas represalias iniciales, miles de monárquicos, sacerdotes, girondinos y otros sectores acusados de realizar actividades contrarrevolucionarias o de simpatizar con esta causa fueron juzgados por los tribunales revolucionarios, declarados culpables y condenados a morir en la guillotina. El número de personas condenadas a muerte en París ascendió a 2.639, más de la mitad de las cuales (1.515) perecieron durante los meses de junio y julio de 1794. Las penas infligidas a los traidores o presuntos insurgentes fueron más severas en muchos departamentos periféricos, especialmente en los principales centros de la insurrección monárquica. El tribunal de Nantes, presidido por Jean-Baptiste Carrier, el más severo con los cómplices de los rebeldes de La Vendée, ordenó la ejecución de más de 8.000 personas en un periodo de tres meses. Los tribunales y los comités revolucionarios fueron responsables de la ejecución de casi 17 mil ciudadanos en toda Francia. El número total de víctimas durante el Reinado del Terror llegó a 40.000. Entre los condenados por los tribunales revolucionarios, aproximadamente el 8% eran nobles, el 6% eran miembros del clero, el 14% pertenecía a la clase media y el 70% eran trabajadores o campesinos acusados de eludir el reclutamiento, de deserción, acaparamiento, rebelión u otros delitos. Fue el clero católico el que sufrió proporcionalmente las mayores pérdidas entre todos estos grupos sociales. El odio anticlerical se puso de manifiesto también en la abolición del calendario juliano en octubre de 1793, que fue reemplazado por el calendario republicano. El Comité de Salvación Pública, presidido por Robespierre, intentó reformar Francia basándose de forma fanática en sus propios conceptos de humanitarismo, idealismo social y patriotismo. El Comité, movido por el deseo de establecer una República de la Virtud, alentó la devoción por la república y la victoria y adoptó medidas contra la corrupción y el acaparamiento. Asimismo, el 23 de noviembre de 1793, la Comuna de París ordenó cerrar todas las iglesias de la ciudad —esta decisión fue seguida posteriormente por las autoridades locales de toda Francia— y comenzó a promover la religión revolucionaria, conocida como el Culto a la Razón. Esta actitud, auspiciada por el jacobino Pierre Gaspard Chaumette y sus seguidores extremistas (entre ellos Hébert), acentuó las diferencias entre los jacobinos centristas, liderados por Robespierre, y los fanáticos seguidores de Hébert, una fuerza poderosa en la Convención y en la Comuna de París.
Durante este tiempo, el signo de la guerra se había vuelto favorable para Francia. El general Jean Baptiste Jourdan derrotó a los austríacos el 16 de octubre de 1793, iniciándose así una serie de importantes victorias francesas. A finales de ese año, se había iniciado la ofensiva contra las fuerzas de invasión del Este en el Rin, y Tolón había sido liberado. También era de gran relevancia el hecho de que el Comité de Salvación Pública hubiera aplastado la mayor parte de las insurrecciones de los monárquicos y girondinos.

LA ASAMBLEA LEGISLATIVA (1791/1792)

Dentro del nuevo sistema de gobierno, el poder legislativo lo desempeñaba la Asamblea Legislativa, compuesta por una sóla cámara por 745 diputados, políticos, noveles sin la experiencia de los constituyentes, ya que a propuesta de Robespierre, la anterior asamblea aprobó la prohibición de reelegir a sus miembros.
A la asamblea legislativa le tocó aplicar la constitución de 1791.
La monarquía constitucional no alcanzó a durar un año, pues la inestabilidad interior y el comienzo de las guerras de la Revolución con Europa, provocaron una segunda revolución en agosto de 1792, que acabó con la reyecía y estableció la primera república.
Diversas circunstancias crearon un ambiente desfavorable para la consolidación de la monarquía constitucional.
En primer término, el propio rey, quien buscó ayuda extranjera para acabar con la revolución.
En segundo lugar, los nobles difamaron el nuevo régimen y trataron de conseguir la invasión de Francia por las fuerzas imperiales.
En tercer lugar, los católicos, indignados con la constitución civil del clero, se sublevaron en algunas regiones de Francia.
Por último, los mismos revolucionarios estaban divididos. Los constitucionales o fudenses, sostenían la aplicación estricta de la constitución y el mantenimiento integral de los poderes del rey. Los jacobinos buscaron reformar la constitución, reduciendo los poderes del rey. Entre los jacobinos se destacó un núcleo de diputados llamados girondinos, que provenían del departamento de la Gironda, y se convirtieron en dirigentes de la Asamblea Legislativa. Los llamados cordeleros o franciscanos, de tendencia republicana, acaudillados por Danton, joven abogado de gran popularidad, y por el periodista Marat, carecían de influencia en la asamblea, pero la tenían entre el pueblo de París.
El grupo girondino desarrolló una política cada vez más violenta contra Luis XVI. Para desenmascarar al rey, y con la ilusión de extender por Europa los principios revolucionarios, los girondinos propiciaron la guerra, convencidos de que con ella unificarían a los patriotas frente a enemigos comunes.
El deseo de entablar una guerra se extendió rápidamente entre los monárquicos, que confiaban en la derrota del gobierno revolucionario y en la restauración del Antiguo Régimen, y entre los girondinos, que anhelaban un triunfo definitivo sobre los sectores reaccionarios tanto en el interior como en el exterior. El 20 de abril de 1792 la Asamblea Legislativa declaró la guerra al Sacro Imperio Romano.
La lucha por la libertad
Los ejércitos austríacos obtuvieron varias victorias en los Países Bajos austríacos gracias a ciertos errores del alto mando francés, formado mayoritariamente por monárquicos. La posterior invasión de Francia provocó importantes desórdenes en París. El gabinete de Roland cayó el 13 de junio, y la intranquilidad de la población se canalizó en un asalto a las Tullerías, la residencia de la familia real, una semana después. La Asamblea Legislativa declaró el estado de excepción el 11 de julio, después de que Cerdeña y Prusia se unieran a la guerra contra Francia. Se enviaron fuerzas de reserva para aliviar la difícil situación en el frente, y se solicitaron voluntarios de todo el país en la capital. Cuando los refuerzos procedentes de Marsella llegaron a París, iban cantando un himno patriótico conocido desde entonces como La Marsellesa. El descontento popular provocado por la gestión de los girondinos, que habían expresado su apoyo a la monarquía y habían rechazado la acusación de deserción presentada contra La Fayette, hizo aumentar la tensión. El malestar social, unido al efecto que generó el manifiesto del comandante aliado, Charles William de Ferdinand, duque de Brunswick, en el que amenazaba con destruir la capital si la familia real era maltratada, provocó una insurrección en París el 10 de agosto. Los insurgentes, dirigidos por elementos radicales de la capital y voluntarios nacionales que se dirigían al frente, asaltaron las Tullerías y asesinaron a la Guardia suiza del rey. Luis XVI y su familia se refugiaron en la cercana sala de reuniones de la Asamblea Legislativa, que no tardó en suspender en sus funciones al monarca y ponerle bajo arresto. A su vez, los insurrectos derrocaron al consejo de gobierno parisino, que fue reemplazado por un nuevo consejo ejecutivo provisional, la denominada Comuna de París.
La revolución popular del 10 de agosto tuvo grandes consecuencias:
1.- Se suspendió al rey , cesando por consiguiente la vigencia de la constitución de 1791.
2.- Se nombró un consejo Ejecutivo provisional, encargado de las funciones ejecutivas, dirigido por Dantón, verdadero jefe del nuevo gobierno.
3.- Se elegiría, por sufragio universal una convención encargada de revisar la constitución.
4.- Se reconocía la Comuna de París como poder legítimo del estado. Esta comuna estaba en mano de los jacobinos , dirigidos por Roberspierre y Marat.
Entre el 2 y el 7 de septiembre, más de mil monárquicos y presuntos traidores apresados en diversos lugares de Francia, fueron sometidos a juicio y ejecutados. Los elementos desencadenantes de las denominadas 'Matanzas de Septiembre' fueron el temor de la población al avance de los ejércitos aliados contra Francia y los rumores sobre conspiraciones para derrocar al gobierno revolucionario. Un ejército francés, dirigido por el general Charles François Dumouriez, obtuvo una importante victoria en la batalla de Valmy frente a las tropas prusianas que avanzaban hacia París el 20 de septiembre.

LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE Y EL INICIO DE LA REVOLUCION

El rey se dirigió en persona a la "pretendida Asamblea Nacional" cuyos actos declaró nulos y sostuvo que los tres ordenes debían secionar por separado. La asamblea no acató la indicación . Esto significaba que la monarquía había sido vencida por la asamblea, pues el poder legal quedaba virtualmente limitado por el de ésta.
Los revolucionarios fundaron en Versalles una sociedad política a la moda inglesa, popularmente conocido como el Club de los Jacobinos, porque se reunía en el antiguo y deshabitado convento de ese nombre.
El rey se vio obligado a ceder ante la continua oposición a los decretos reales y la predisposición al amotinamiento del propio Ejército real. El 27 de junio ordenó a la nobleza y al clero que se unieran a la autoproclamada Asamblea Nacional Constituyente. Luis XVI cedió a las presiones de la reina María Antonieta y del conde de Artois (futuro rey de Francia con el nombre de Carlos X) y dio instrucciones para que varios regimientos extranjeros leales se concentraran en París y Versalles. Al mismo tiempo, Nécker fue nuevamente destituido. El pueblo de París respondió con la insurrección ante estos actos de provocación; los disturbios comenzaron el 12 de julio, y las multitudes asaltaron y tomaron La Bastilla —una prisión real que simbolizaba el despotismo de los Borbones— el 14 de julio.
Antes de que estallara la revolución en París, ya se habían producido en muchos lugares de Francia esporádicos y violentos disturbios locales y revueltas campesinas contra los nobles opresores que alarmaron a los burgueses no menos que a los monárquicos. El conde de Artois y otros destacados líderes reaccionarios, sintiéndose amenazados por estos sucesos, huyeron del país, convirtiéndose en el grupo de los llamados émigrés. La burguesía parisina, temerosa de que la muchedumbre de la ciudad aprovechara el derrumbamiento del antiguo sistema de gobierno y recurriera a la acción directa, se apresuró a establecer un gobierno provisional local y organizó una milicia popular, denominada oficialmente Guardia Nacional. El estandarte de los Borbones fue sustituido por la escarapela tricolor (azul, blanca y roja), símbolo de los revolucionarios que pasó a ser la bandera nacional. No tardaron en constituirse en toda Francia gobiernos provisionales locales y unidades de la milicia. El mando de la Guardia Nacional se le entregó al marqués de La Fayette, héroe de la guerra de la Independencia estadounidense. Luis XVI, incapaz de contener la corriente revolucionaria, ordenó a las tropas leales retirarse. Volvió a solicitar los servicios de Nécker y legalizó oficialmente las medidas adoptadas por la Asamblea y los diversos gobiernos provisionales de las provincias.
Otras de las consecuencias de la toma de la bastilla fue la revolución agraria y social en la campiña francesa. Los campesinos en armas asaltaron castillos y residencias señoriales; incendiaron los edificios de las oficinas de recaudación de los impuestos, que tan desconsideradamente les gravaban. Los campesinos destruyeron así, violentamente el régimen feudal; la asamblea al saberlo lo aniquiló legalmente.
La redacción de una constitución
La Asamblea Nacional Constituyente comenzó su actividad movida por los desórdenes y disturbios que estaban produciéndose en las provincias (el periodo del 'Gran Miedo'). El clero y la nobleza hubieron de renunciar a sus privilegios en la sesión celebrada durante la noche del 4 de agosto de 1789; la Asamblea aprobó una legislación por la que quedaba abolido el régimen feudal y señorial y se suprimía el diezmo, aunque se otorgaban compensaciones en ciertos casos. En otras leyes se prohibía la venta de cargos públicos y la exención tributaria de los estamentos privilegiados.
A continuación, la Asamblea Nacional Constituyente se dispuso a comenzar su principal tarea, la redacción de una Constitución. En el preámbulo, denominado Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, los delegados formularon los ideales de la Revolución, sintetizados más tarde en tres principios, "Liberté, Égalité, Fraternité" ("Libertad, Igualdad, Fraternidad"). Mientras la Asamblea deliberaba, la hambrienta población de París, irritada por los rumores de conspiraciones monárquicas, reclamaba alimentos y soluciones. El 5 y el 6 de octubre, la población parisina, especialmente sus mujeres, marchó hacia Versalles y sitió el palacio real. Luis XVI y su familia fueron rescatados por La Fayette, quien les escoltó hasta París a petición del pueblo. Tras este suceso, algunos miembros conservadores de la Asamblea Constituyente, que acompañaron al rey a París, presentaron su dimisión. En la capital, la presión de los ciudadanos ejercía una influencia cada vez mayor en la corte y la Asamblea. El radicalismo se apoderó de la cámara, pero el objetivo original, la implantación de una monarquía constitucional como régimen político, aún se mantenía.
El primer borrador de la Constitución recibió la aprobación del monarca francés en unas fastuosas ceremonias, a las que acudieron delegados de todos los lugares del país, el 14 de julio de 1790. Este documento suprimía la división provincial de Francia y establecía un sistema administrativo cuyas unidades eran los departamentos, que dispondrían de organismos locales elegibles. Se ilegalizaron los títulos hereditarios, se crearon los juicios con jurado en las causas penales y se propuso una modificación fundamental de la legislación francesa. Con respecto a la institución que establecía requisitos de propiedad para acceder al voto, la Constitución disponía que el electorado quedara limitado a la clases alta y media. El nuevo estatuto confería el poder legislativo a la Asamblea Nacional, compuesta por 745 miembros elegidos por un sistema de votación indirecto. Aunque el rey seguía ejerciendo el poder ejecutivo, se le impusieron estrictas limitaciones. Su poder de veto tenía un carácter meramente suspensivo, y era la Asamblea quien tenía el control efectivo de la dirección de la política exterior. El poder judicial sería desempeñado por jueces elegidos por el pueblo. Se impusieron importantes restricciones al poder de la Iglesia católica mediante una serie de artículos denominados Constitución civil del Clero, el más importante de los cuales suponía la confiscación de los bienes eclesiásticos. A fin de aliviar la crisis financiera, se permitió al Estado emitir un nuevo tipo de papel moneda, los asignados, garantizado por las tierras confiscadas. Asimismo, la Constitución estipulaba que los sacerdotes y obispos fueran elegidos por los votantes, recibieran una remuneración del Estado, prestaran un juramento de lealtad al Estado y las órdenes monásticas fueran disueltas.
Durante los quince meses que transcurrieron entre la aprobación del primer borrador constitucional por parte de Luis XVI y la redacción del documento definitivo, las relaciones entre las fuerzas de la Francia revolucionaria experimentaron profundas transformaciones. Éstas fueron motivadas, en primer lugar, por el resentimiento y el descontento del grupo de ciudadanos que había quedado excluido del electorado. Las clases sociales que carecían de propiedades deseaban acceder al voto y liberarse de la miseria económica y social, y no tardaron en adoptar posiciones radicales. Este proceso, que se extendió rápidamente por toda Francia gracias a los clubes de los jacobinos, y de los cordeliers, adquirió gran impulso cuando se supo que María Antonieta estaba en constante comunicación con su hermano Leopoldo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Al igual que la mayoría de los monarcas europeos, Leopoldo había dado refugio a gran número de émigrés y no había ocultado su oposición a los acontecimientos revolucionarios que se habían producido en Francia. El recelo popular con respecto a las actividades de la reina y la complicidad de Luis XVI quedó confirmado cuando la familia real fue detenida mientras intentaba huir de Francia en un carruaje con destino a Varennes el 21 de junio. El grupo más exaltado de revolucionarios halló en la traición del rey un argumento decisivo para abolir la esclavitud y establecer la república, pero la asamblea quiso limitar los poderes del rey sin suprimir la monarquía.
Luego de más de 2 años de trabajo para poder redactar una constitución moderada, para una monarquía liberal, el rey aceptó la constitución y juró solemnemente acatarla y cumplirla en todos sus detalles. Finalmente, el 30 de setiembre de 1791, los constituyentes declararon terminada su misión, iniciándose el nuevo régimen.

LOS ESTADOS GENERALES

En 1788, la gravedad de la situación obligó a Luis XVI a llamar nuevamente a Nécker, este sugirió al rey la convocatoria de los Estados Generales (una asamblea formada por representantes del clero, la nobleza, y el tercer estado), exigida también por el pueblo.
Luis XVI accedió finalmente a celebrar unas elecciones nacionales en 1788. La censura quedó abolida durante la campaña y multitud de escritos que recogían las ideas de la Ilustración circularon por toda Francia. Nécker, a quien el monarca había vuelto a nombrar interventor general de Finanzas en 1788, estaba de acuerdo con Luis XVI en que el número de representantes del Tercer estado (el pueblo) en los Estados Generales fuera igual al del primer estado (el clero) y el segundo estado (la nobleza) juntos, pero ninguno de los dos llegó a establecer un método de votación.
A pesar de que los tres estados estaban de acuerdo en que la estabilidad de la nación requería una transformación fundamental de la situación, los antagonismos estamentales imposibilitaron la unidad de acción en los Estados Generales, que se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789. Las delegaciones que representaban a los estamentos privilegiados de la sociedad francesa se enfrentaron inmediatamente a la cámara rechazando los nuevos métodos de votación presentados. El objetivo de tales propuestas era conseguir el voto por individuo y no por estamento, con lo que el tercer estado, que disponía del mayor número de representantes, podría controlar los Estados Generales. Las discusiones relativas al procedimiento se prolongaron durante seis semanas, hasta que el grupo dirigido por Emmanuel Joseph Sieyès y el conde de Mirabeau se constituyó en Asamblea Nacional el 17 de junio. Este abierto desafío al gobierno monárquico, que había apoyado al clero y la nobleza, fue seguido de la aprobación de una medida que otorgaba únicamente a la Asamblea Nacional el poder de legislar en materia fiscal. Luis XVI se apresuró a privar a la Asamblea de su sala de reuniones como represalia. Ésta respondió realizando el 20 de junio el denominado Juramento del Juego de la Pelota, por el que se comprometía a no disolverse hasta que se hubiera redactado una constitución para Francia. En ese momento, las profundas disensiones existentes en los dos estamentos superiores provocaron una ruptura en sus filas, y numerosos representantes del bajo clero y algunos nobles liberales abandonaron sus respectivos estamentos para integrarse en la Asamblea Nacional.

LA VIDA ECONÓMICA

La industria estaba entorpecida con excesivas reglamentaciones e impuestos. Existían aduanas internas; las pesas y medidas variaban según las regiones; algunos artículos, como los cereales, debían consumirse en el lugar de producción; se aplicaban derechos de aduna que en muchos casos anulaban el intercambio.
La revolución francesa abarca un período de 10 años (1789-1799), durante los cuales se establecieron en toda Europa nuevas formas de organización política, social y económica, surgieron nuevos usos y costumbres y triunfaron nuevos modos del pensamiento y nuevas tendencias espirituales.
Las causas substanciales de la revolución francesa fueron en primer término la arbitrariedades y abusos del antiguo régimen, ya mencionadas, y en segundo lugar la acción de los filósofos y enciclopedistas.
Las causas ocasionales de la revolución. francesa fueron la debilidad de carácter del nuevo rey Luis XVI y la grave crisis financiera.
Más de un siglo antes de que Luis XVI ascendiera al trono (1774), el Estado francés había sufrido periódicas crisis económicas motivadas por las largas guerras emprendidas durante el reinado de Luis XIV, la mala administración de los asuntos nacionales en el reinado de Luis XV, las cuantiosas pérdidas que acarreó la Guerra Francesa en India (1754-1763) y el aumento de la deuda generado por los préstamos a las colonias británicas de Norteamérica durante la guerra de la Independencia estadounidense (1775-1783). Los defensores de la aplicación de reformas fiscales, sociales y políticas comenzaron a reclamar con insistencia la satisfacción de sus reivindicaciones durante el reinado de Luis XVI.
Luis XVI, quién contaba con apenas 20 años de edad carecía de condiciones como gobernante pues su carácter era débil, su inteligencia era mediana y se dejo influenciar por su esposa María Antonieta de Austria y por su primo el Duque de Orleans. Dada la grave crisis financiera el rey se vio obligado a llamar al gobierno a dos personajes de reconocida honestidad: R. Jaques Turgot, un hombre de ideas liberales que instituyo una política rigurosa en lo referente a los gastos del estado, y a Malesherves.
Turgot, ministro de hacienda, resumió su plan en esta frase: "Ni banca rota, ni empréstito, ni aumento de impuestos" . Como el plan económico molestaba a la corte Turgot lo presentó gradualmente, pero en 1776, cuando estableció un impuesto que debía ser pagado por todos los dueños de tierras, fuesen o no privilegiados el rey, por instancia de los afectados, lo obligó a renunciar.
Malesherves intentó garantizar los derechos de los ciudadanos, pero también se vio forzado a renunciar. Entonces el antiguo régimen se restableció con todo su vigor.
Para aplacar los ánimos, Luis XVI designó como sucesor de Turgot a Nécker, un banquero ginebrino de sólida fortuna personal y gran reputación como financista. Obtuvo grandes empréstitos que pasajeramente aliviaron la situación financiera. pero estos remedios resultaron ineficaces, porque simultáneamente, aumentaron los gastos públicos como consecuencia de la guerra que estallo entre Inglaterra y Francia, al apoyar esta última a las colonias inglesas de América del Norte. Como los privilegiados no deseaban una reforma de fondo provocaron la caída de Nécker en 1781.

LA VIDA SOCIAL

En la sociedad francesa se distinguían tres estados o clases:
1) El clero: era la primera de las clases sociales privilegiadas. Conservaba un gran prestigio e influencia. Además recibía los diezmos de los fieles, poseían extensas propiedades, que abarcaban la cuarta parte de la superficie de Francia, y como si fuera poco, no pagaban impuestos.
2) La nobleza: esta era la segunda clase privilegiada formada por un número de personas análogo al del clero, que poseían tierras de parecida importancia y extensión. Percibían de los campesinos, que vivían en sus tierras, los antiguos derechos feudales, y sólo pagaban impuestos en casos especiales.
3) En El Tercer Estado se distinguían distintas categorías, alguna de las cuales había logrado privilegios. La capa superior del estado llano era la burguesía; la inferior, los obreros y campesinos. Estos últimos soportaban pesadas cargas que, en la generalidad de los casos, les privaban de las cuatro quintas partes del fruto de su trabajo. Debían pagar los impuestos al estado, el diezmo a la iglesia y los derechos feudales al señor.

LA VIDA POLÍTICA

La organización política de Francia, hacia 1789, era monárquica. El rey pretendía que su poder derivaba de Dios, a quien únicamente debía cuenta de sus actos. Sus súbditos no tenían ningún derecho, pero sí el deber de obedecer.

El rey declaraba la guerra y hacía la paz; comandaba los ejércitos; determinaba los gastos y fijaba los impuestos; nombraba y destituía a los funcionarios y dirigía la administración entera. Las provincias eran administradas por los intendentes, con poder omnímodo y arbitrario.

El rey hacía las leyes, que eran la expresión de su voluntad personal, pues si bien debía tener en cuenta las "costumbres fundamentales del reino", tales costumbres eran contradictorias y vagas, y hubiera sido difícil definirlas claramente. Además, el rey dirigía la administración de justicia, pues esta se dictaba en su nombre y por funcionarios que el designaba. Se usaba el tormento para lograr la confesión de los acusados, a quienes se juzgaba en secreto y a los que se aplicaban las penas bárbaras de las marcas con hierros candentes, de la picota, del látigo y de la horca.

La libertad individual estaba amenazada constantemente por la policía, que podía aprender a cualquiera con una simple orden del rey, la "carta sellada". No se daba la causa de la detención porque "tal era la voluntad del rey".

Existía la censura previa y no existía la libertad de consciencia.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Legado militar de las guerras

Las "Guerras Napoleónicas", a su vez, tuvieron un profundo impacto en lo que concierne a lo militar. Hasta los tiempos de Napoleón, los estados de Europa habían utilizado ejércitos relativamente pequeños, con un alto porcentaje de mercenarios que, en ocasiones, llegaban a atacar a sus países de origen a sueldo de potencias extranjeras. No obstante, las innovaciones militares de mediados del siglo XVIII lograron reconocer el potencial de una nación en guerra.
Napoleón fue innovador en la práctica de la movilidad para enfrentarse a la desventaja numérica, como demostró en su triunfal victoria sobre las fuerzas austro-rusas en la Batalla de Austerlitz, 1805. El ejército francés reorganizó el rol de la artillería en combate, creando unidades de artillería móviles e independientes, en oposición al típico ataque de la artillería como sustento de otras unidades. Bonaparte también estandarizó los calibres de los cañones, con el objetivo de asegurar una mayor facilidad en los suministros, y la compatibilidad entre sus piezas de artillería. También propició la ciencia, a menudo aplicada a una mejor intendencia de los ejércitos.
A finales del siglo XVIII, con la cuarta mayor población a escala mundial (27 millones, en comparación con los 12 millones del Reino Unido y los 35-40 millones de Rusia), Francia se veía en una localización propicia para tomar ventaja de las levas en masa. Como la Revolución y el reinado de Napoleón habían aprendido bien la lección de las guerras comerciales y dinásticas del siglo XVIII, se asume erróneamente que estas estrategias fueron inventadas por la Revolución, que lo que realmente hizo fue aplicarlas.
Tampoco se debe dar todo el mérito de las innovaciones a Napoleón. Lazare Carnot desempeñó un papel fundamental en la reorganización del ejército francés entre 1793 y 1794, un periodo en el que la suerte de Francia cambió, con los ejércitos republicanos avanzando en todos los frentes.
El Reino Unido tenía el número total de 747.670 soldados entre los años 1792 y 1815. Además, aproximadamente unos 250.000 eran empleados en la Royal Navy. El total del resto de los principales combatientes es difícil de calcular, pero en septiembre de 1812 Rusia tenía un total de 904.000 hombres alistados en sus ejército de tierra, lo que significa que el total de rusos que lucharon debe estar por los dos millones o más. Las fuerzas austriacas alcanzaron un número sobre 576.000, con poca o ninguna fuerza naval. Austria fue el enemigo más persistente de Francia y es razonable suponer que más de un millón de austriacos sirvieron en el ejército. Prusia no tuvo más de 320.000 hombres en armas en algún momento, sólo justo detrás del Reino Unido. España alcanzó la cifra de unos 300.000, pero se debe añadir una considerable fuerza guerrillera. Las únicas naciones que tuvieron más de 100.000 soldados movilizados fueron además el Imperio otomano, Italia, Nápoles y Polonia (sin incluir los Estados Unidos, con 286.730 combatientes) o la Confederación Maratha. Todas estas pequeñas naciones ahora tenían ejércitos que sobrepasaban en número a las grandes potencias de pasadas guerras.
En ello tuvieron mucho que ver las etapas iniciales de la Revolución industrial. Ahora resultaba fácil la producción industrial de armas, así como la capacidad de equipamiento de fuerzas significativamente mayores. El Reino Unido fue el mayor fabricante de armamento de este periodo, abasteciendo la mayoría de las armas usadas por las potencias aliadas a lo largo de los conflictos (y usando ellos mismos una escasa cantidad de ellas). Francia fue el segundo mayor productor, armando a sus propias fuerzas al tiempo que hacía lo propio con las de la Confederación del Rin y otros aliados.
El tamaño numérico de los ejércitos involucrados es una clara indicación acerca del cambio en el tipo de guerra. Durante la última importante guerra de Europa, la Guerra de los Siete Años, pocos ejércitos habían superado el número de 200.000 hombres. En contraste, el ejército francés alcanzó en la década de 1790 la cifra de un millón y medio de franceses alistados. En total, alrededor de 2,8 millones de franceses lucharon en el conflicto en tierra, y unos 150.000 lucharon en el mar, por lo que el total de combatientes franceses alcanzó la cifra de unos tres millones.
Otra de las ventajas que afectó a la guerra fue el uso del telégrafo óptico, que permitía al ministro de guerra Carnot comunicarse con las fuerzas francesas en las fronteras, durante los años 1790. Este sistema siguió usándose. Adicionalmente, se implementó por primera vez la vigilancia aérea durante las guerras, cuando los franceses usaron globos aerostáticos para espiar las posiciones aliadas antes de la Batalla de Fleurus, el 26 de junio de 1794. También hubo adelantos en cohetería militar durante el periodo de guerras. De esta forma fueron las Guerras Napoleónicas y todos los integrantes que esta tuvo.

La Séptima Coalición

La Séptima Coalición (1815) unió a Reino Unido, Rusia, Prusia, Suecia, Austria, los Países Bajos y cierto número de estados alemanes contra Francia.
El periodo conocido como los Cien Días comenzó cuando Napoleón abandonó Elba y desembarcó en Cannes, el 1 de marzo de 1815. A medida que se trasladaba hacia París, fue recabando apoyos por donde pasaba, y finalmente derrocó al recién restaurado Luis XVIII sin haber disparado un solo tiro, siendo llevado en hombros hasta el palacio de las Tullerías por la multitud enardecida. Los aliados prepararon de inmediato sus ejércitos para enfrentarse a él de nuevo. Napoleón alistó a 280.000 hombres, divididos en muchos ejércitos. Antes de su llegada había un ejército de 90.000 hombres, y consiguió reunir a más de un cuarto de millón, veteranos de pasadas campañas, y promulgó un decreto para movilizar alrededor de 2,5 millones de hombres en el ejército francés.
Esto fue lo que dispuso frente a un ejército aliado inicial de alrededor de 700.000 soldados, aunque los planes de campaña aliados tenían previsto el refuerzo de un millón de efectivos en las tropas fronterizas, apoyadas por unos 200.000 soldados de guarnición, logística y personal auxiliar. Se pretendía que esta fuerza sobrepasara abrumadoramente al numéricamente inferior ejército imperial francés, el cual nunca llegó a aproximarse ni de lejos al número de efectivos de 2,5 millones pretendido por Napoleón.
Mapa de la campaña de Waterloo.
Napoleón condujo a unos 124.000 hombres del ejército al norte en una maniobra preventiva para atacar a los aliados en Bélgica. Su intención era atacar a los ejércitos aliados antes de que llegaran a unirse, con la esperanza de echar a los ingleses al mar y echar a los prusianos de la guerra. Su marcha a la frontera tuvo el efecto sorpresa que había esperado. Forzó a los prusianos a luchar en la Batalla de Ligny el 16 de junio, derrotándolos y haciéndoles retroceder en una desordenada desbandada. Ese mismo día, el ala izquierda del ejército, bajo el mando del mariscal Michel Ney, detuvo con éxito a todas las fuerzas que Wellington enviaba en ayuda del comandante prusiano Blücher, con una acción de bloqueo en la Batalla de Quatre Bras. Sin embargo, Ney no pudo despejar los cruces, y Wellington reforzó su posición. Con los prusianos en retirada, Wellington se vio forzado a retirarse también. Se reagrupó en una posición que había reconocido previamente en una ladera del monte Saint Jean, a pocas millas al sur de la villa de Waterloo (Bélgica), en Bélgica. Napoleón llevó sus reservas al norte, y reunió a sus fuerzas con las de Ney para perseguir al ejército de Wellington, pero no sin antes ordenar al mariscal Grouchy que se desviara al ala derecha y detuviera la reorganización del ejército prusiano. Grouchy falló en este empeño, porque aunque venció a la retaguardia prusiana bajo el mando del Teniente General von Thielmann en la Batalla de Wavre (del 18 de junio al 19 de junio), el resto del ejército prusiano marchó bajo el sonido de los cañones en Waterloo.
El principio de la Batalla de Waterloo, en la mañana del 18 de junio de 1815, se retrasó durante muchas horas, ya que Napoleón estaba esperando que el suelo se secara tras la lluvia de la noche anterior. A últimas horas de la tarde, el ejército francés no había podido expulsar a las tropas de Wellington de la ladera escarpada donde estaban. Cuando llegaron los prusianos y atacaron el flanco derecho francés en número cada vez mayor, la estrategia de Napoleón de mantener a los aliados divididos había fallado, y su ejército se encontró en una confusa retirada, empujado por un avance combinado de los aliados.
Grouchy se redimió en parte al organizar con éxito una retirada en orden hacia París, donde el mariscal Davout tenía 117.000 hombres preparados para hacer retroceder a los 116.000 hombres de Blücher y Wellington. Esto hubiera sido militarmente posible, pero fue la política finalmente la que precipitó la caída del Emperador.
Al llegar a París, tres días después de Waterloo, Napoleón todavía se aferraba a la esperanza de la resistencia nacional, pero los cargos políticos, y el público en general, le había retirado su apoyo. Napoleón fue forzado a abdicar de nuevo el 22 de junio de 1815. Los aliados le exiliaron entonces a la remota isla de Santa Helena, en el Atlántico Sur.
Las "Guerras Napoleónicas" tuvieron tres grandes repercusiones sobre el continente Europeo:
  • En muchos países de Europa, la importación de los idealismos de la Revolución francesa (democracia, procesos justos en los tribunales, abolición de los derechos privilegiados, etc) dejaron un profundo impacto. A pesar de que las reglas de Napoleón eran autoritarias, eran ciertamente menos arbitrarias y autoritarias que las de los monarcas anteriores (o que las de los jacobinos y el régimen del Directorio durante la Revolución). Los monarcas europeos encontraron serias dificultades para reponer el absolutismo pre-revolucionario, y se vieron forzados en muchos casos a mantener algunas de las reformas inducidas por la ocupación. El legado institucional ha permanecido hasta hoy. Muchos países europeos tienen un sistema de leyes civiles, con un código legal claramente influido por el código napoleónico.
  • Francia no volvió a ser una potencia dominante en Europa, como lo había sido desde los tiempos de Luis XIV.
  • Se desató un nuevo y potencialmente poderoso movimiento: el nacionalismo. El nacionalismo va a cambiar el curso de la historia de Europa para siempre. Fue la fuerza que empujó el nacimiento de algunas naciones y el fin de otras. El mapa de Europa tuvo que ser redibujado en los siguientes cien años tras las Guerras Napoleónicas sin basarse en las normas de la aristocracia, sino en las bases de la cultura, el origen y la ideología de las gentes.
  • Gran Bretaña se convirtió en la potencia hegemónica indiscutible en todo el globo, tanto en tierra como en el mar. La ocupación de los Países Bajos por Francia al comienzo de las guerras le sirvió de pretexto, así mismo, para tomar una a una las colonias holandesas en ultramar, quedándose con aquellas de mayor valor estratégico como Ceilán, Malaca, Sudáfrica y Guyana al final de la contienda.
  • La guerra en la Península Ibérica dejó completamente destrozada a España, así como su armada y ejército. Esta situación fue aprovechada por los grupos independentistas de sus colonias americanas para sublevarse contra la metrópoli, influidos por los ideales de las revoluciones americana y francesa. Para 1825, toda la antigua América española, con la excepción de Cuba y Puerto Rico, se había convertido en repúblicas independientes o había pasado a formar parte de Estados Unidos (Florida, Luisiana), Gran Bretaña (Trinidad) o Haití (Santo Domingo).
Por sobre todo, se forjó un nuevo concepto mundial de Europa. Bonaparte mencionó en muchas ocasiones su intención de moldear un estado europeo único y, a pesar de su trágico fracaso, este internacionalismo volvería a surgir al transcurrir 150 años, cuando se redescubrió la identidad europea luego de la Segunda Guerra Mundial.

La Sexta Coalición

La Sexta Coalición (1812-1814) consistió en la alianza del Reino Unido, Rusia, Prusia, Suecia, Austria y cierto número de estados alemanes contra Francia.
En 1812, Napoleón invadió Rusia para obligar al Emperador Alejandro I de Rusia a permanecer en el Bloqueo Continental y eliminar el peligro inminente de una invasión rusa de Polonia. La Grande Armée, 650.000 hombres (270.000 franceses y muchos soldados de países aliados o súbditos), cruzaron el río Niemen el 23 de junio de 1812. Rusia proclamó la Guerra Patriótica, mientras Napoleón proclamaba una Segunda Guerra Polaca, pero en contra de las expectativas de los polacos, que suministraron casi 100.000 soldados para la fuerza invasora, Napoleón evitó dar concesión alguna a Polonia, teniendo en mente las posteriores negociaciones con Rusia. Rusia mantuvo la táctica de retirarse, dejando tras de si la tierra quemada. Los rusos se detuvieron y lucharon en la Batalla de Borodino, el 7 de septiembre, que aunque fue muy sangrienta, forzó a los rusos a retirarse y dejar expedito el camino hacia Moscú. Sobre el 14 de septiembre, Moscú era capturada y saqueada. Alejandro I rehusó capitular. Sin un signo claro de victoria a la vista, Napoleón se vio forzado a retirarse de Moscú después de que el gobernador, príncipe Rostopchin, ordenara el incendio total de la ciudad. Así comenzaba la desastrosa Gran Retirada, con 370.000 bajas y 200.000 prisioneros. En noviembre, sólo quedaban 27.000 soldados para cruzar el río Berezina. Napoleón dejó a su ejército para volver a París y preparar la defensa de Polonia del avance ruso. La situación no era tan desesperada como podría parecer al principio. Los rusos habían perdido 400.000 hombres, y su ejército estaba igualmente agotado. Sin embargo tenían la ventaja de unas líneas de suministro más cortas y podían renovar sus tropas con mayor rapidez que los franceses.
Al mismo tiempo, en la guerra española, en la Batalla de Vitoria (21 de junio de 1813), la ocupación francesa de España se acabó definitivamente por la victoria de Sir Arthur Wellesley sobre José Bonaparte, y los franceses se vieron forzados a abandonar España cruzando los Pirineos.
Viendo una oportunidad en esta histórica derrota de Napoleón, Prusia volvió a la guerra, Napoleón creyó que podría crear un nuevo ejército tan grande como el que había enviado a Rusia, y reforzó rápidamente sus fuerzas en el este de 30.000 a 130.000 hombres, que posteriormente llegaron a los 400.000. Napoleón infligió 40.000 bajas en las fuerzas aliadas en la Batalla de Lützen (2 de mayo de 1813), y en la Batalla de Bautzen (20 de mayo al 21 de mayo). Ambas batallas enfrentaron a un total de 250.000 hombres, convirtiéndose en las mayores batallas de todas las guerras.
El armisticio se declaró el 4 de junio y continuó hasta el 13 de agosto, tiempo durante el cual ambas partes trataron de recuperar el cuarto de millón de bajas que aproximadamente tuvieron desde abril. También en este periodo los aliados negociaron para llevar a Austria a un enfrentamiento abierto con Francia. Se formaron dos ejércitos austriacos que tenían alrededor de 800.000 tropas fronterizas en el frente alemán, con una reserva estratégica de 350.000, formada para apoyar las operaciones fronterizas.
Napoleón pudo llevar el grueso de las fuerzas imperiales en la región hasta alrededor de 650.000 hombres, aunque sólo 250.000 estaban bajo su mando directo, con otros 120.000 bajo el mando de Nicolas Charles Oudinot y 30.000 bajo el mando de Davout. La Confederación del Rin equipó a Napoleón con el grueso de las fuerzas restantes, siendo Sajonia y Baviera los principales cooperantes. Además, el reino de Nápoles de Murat en el sur y el reino de Italia de Eugène de Beauharnais tenían una fuerza combinada total de 100.000 hombres, y entre 150.000 y 200.000 tropas procedentes de España habían sido forzadas a retirarse por las fuerzas españolas y británicas que alcanzaban un número de alrededor de 150.000. Por lo tanto, 900.000 soldados franceses en total se opusieron en todos los frentes de batalla a alrededor de un millón de efectivos aliados (sin incluir las reservas estratégicas que se estaban formando en Alemania). Las apariencias, sin embargo, engañaban un poco ya que muchos de los soldados alemanes que luchaban en el bando francés no eran nada fiables, y siempre estaban dispuestos a desertar al bando aliado. Es razonable entonces decir que Napoleón no podía contar con más de 450.000 hombres en Alemania, lo cual significaba que a pesar de todos sus intentos y propósitos, era superado en una relación de dos sobre uno.
Tras el fin del armisticio, Napoleón parecía haber recuperado finalmente la iniciativa en Dresde, donde venció a un ejército aliado numéricamente superior, y le infligió enormes pérdidas, mientras los franceses habían sufrido relativamente pocas. Sin embargo, los fallos de sus mariscales y una falta de seguridad en el resto de la ofensiva por su parte les costó la ventaja parcial que esta significativa victoria les pudo haber asegurado.
En la Batalla de Leipzig en Sajonia (16 de octubre al 19 de octubre de 1813), también llamada «Batalla de las Naciones», 191.000 franceses lucharon contra más de 450.000 aliados, y los franceses fueron derrotados y forzados a retirarse a Francia. Napoleón luchó en una serie de batallas, incluyendo la Batalla de Arcis-sur-Aube, en Francia, pero poco a poco fue forzado a retroceder frente la superioridad de sus oponentes.

El ejército ruso entra en París (30 de marzo de 1814).
Durante estos días tuvo lugar la Campaña de los Seis Días, en la cual ganó múltiples batallas contra las tropas enemigas que avanzaban hacia París, pero nunca consiguió conducir al campo de batalla a más de 70.000 hombres durante toda la campaña, frente a más de medio millón de tropas aliadas. En el Tratado de Chaumont, de 9 de marzo, los aliados acordaron mantener la Coalición hasta la derrota definitiva de Napoleón.
Los aliados entraron en París el 30 de marzo de 1814. Napoleón estaba decidido a luchar, incapaz de afrontar su caída del poder. Durante la campaña había calculado unos refuerzos de 900.000 reclutas frescos, pero sólo pudo movilizar una fracción de esa cifra, y los esquemas progresivamente más irreales de Napoleón para la victoria dejaron paso a una realidad sin esperanzas. Napoleón abdicó el 13 de abril merced al tratado de Fontainebleau de 1814 y se inicia el 1 de octubre el Congreso de Viena.
Napoleón fue exiliado a la isla de Elba, y se restauró la dinastía borbónica en Francia bajo Luis XVIII.

La Quinta Coalición

El alzamiento popular contra la invasión francesa el 2 de mayo de 1808 dio lugar a la Guerra de la Independencia Española, que finalizó en 1814 con la expulsión del trono de José Bonaparte y la restauración de la monarquía borbónica en la figura de Fernando VII.
La Quinta Coalición (1809) del Reino Unido y Austria contra Francia se formó mientras el España se enfrentaba con Francia en la Guerra de la Independencia Española.
De nuevo, el Reino Unido se había quedado solo, lo que se debía en gran parte al hecho de que Gran Bretaña nunca había entrado en un conflicto a gran escala con Francia, al contrario que sus aliados continentales. La actividad militar británica se había reducido a una sucesión de pequeñas victorias en las colonias francesas y otras victorias navales en Copenhague (2 de septiembre de 1807). En tierra, sólo se intentó la desastrosa Expedición Walcheren (1809). La lucha se centró entonces en la guerra económica - Bloqueo Continental contra bloqueo naval. Ambos lados entraron en combate tratando de reforzar sus bloqueos; los ingleses combatieron a los Estados Unidos en la Guerra de 1812, y los franceses se enfrentaron en la Guerra de Independencia en España (1808-1814). El conflicto en la Península Ibérica comenzó cuando Portugal continuó comerciando con Inglaterra a pesar de las restricciones francesas. Cuando tropas españolas vencieron a los franceses en la batalla de Bailén, demostrando que una parte importante del pueblo español no quería mantener su alianza con Francia, las tropas francesas ocuparon gradualmente su territorio hasta entrar en Madrid, lo que propició la intervención inglesa.
Austria, previamente aliada de Francia, aprovechó la oportunidad de intentar recuperar su antiguo Imperio alemán que había existido antes de Austerlitz. Inicialmente tuvieron éxito contra las débiles fuerzas del mariscal Davout. Napoleón había dejado a Davout con solamente 170.000 soldados para defender la frontera oriental de Francia. Esta misma tarea se había llevado a cabo en los años 1790 por 800.000 soldados, y entonces tenían que defender un frente mucho menor.
Napoleón disfrutó de un fácil éxito en España, retomando Madrid y derrotando a españoles e ingleses, expulsando al ejército inglés de la península. El ataque de Austria cogió desprevenido a Napoleón, que estaba envuelto en victoriosas operaciones contra el Reino Unido. Esto hizo que abandonara la Península Ibérica y no volviera nunca más a ella. En su ausencia, y en ausencia de sus mejores oficiales (Davout permaneció en el este durante la guerra), la situación cambió, especialmente cuando llegó el general inglés Sir Arthur Wellesley como comandante de las fuerzas británicas.
Los austriacos se introdujeron en el Gran Ducado de Varsovia, pero fueron vencidos en la Batalla de Radzyn, el 19 de abril de 1809. El ejército polaco recuperó el territorio conocido como Galicia Occidental tras sus primeros éxitos.
Napoleón asumió el mando en el este y alentó al ejército para contraatacar en Austria. Una serie de batallas relativamente menores aseguraron la masiva Batalla de Aspern-Essling, la primera derrota táctica de Napoleón. El error del comandante austriaco, el Archiduque Carlos, al querer proseguir tras su pequeña victoria, permitió a Napoleón preparar un intento de sitiar Viena, cosa que hizo a primeros de julio. Venció a los Austriacos en la Batalla de Wagram, entre el 5 de julio y el 6 de julio. Durante esta batalla el mariscal Bernadotte fue desposeído de su título y ridiculizado por Napoleón frente a otros oficiales del Estado Mayor. A Bernadotte le ofrecieron entonces la corona de Príncipe de Suecia, que aceptó traicionando así a Napoleón. Posteriormente, Bernadotte participaría activamente en las guerras contra su antiguo emperador.
La guerra de la Quinta Coalición terminó con el Tratado de Schönbrunn, el 14 de octubre de 1809.
En 1810, el Imperio francés alcanzó su máxima extensión. Napoleón se casó con la archiduquesa Marie-Louise, hija del emperador de Austria, con el fin de asegurar una alianza estable con Austria y proporcionar al Emperador un heredero, algo que su primera esposa, Josefina, no había podido darle. Además del Imperio francés, Napoleón controlaba la Confederación Suiza, La Confederación del Rin, el Gran Ducado de Varsovia y el Reino de Italia. Los territorios aliados incluían: el Reino de España (José Bonaparte), el reino de Westfalia (Jerónimo Bonaparte), el reino de Nápoles (Joachim Murat, hermano adoptivo), el principado de Lucca y Piombino (Félix Bacciocchi, hermano adoptivo), y sus antiguos enemigos, Prusia y Austria.

La Cuarta Coalición

La Cuarta Coalición (1806-1807) de Prusia, Sajonia y Rusia contra Francia se formó sólo unos meses después del colapso de la coalición precedente. En julio de 1806, el Emperador de Francia había creado la Confederación del Rin, ignorando a los minúsculos estados alemanes del valle del Rin y del interior de Alemania. Muchos de los estados más pequeños se anexionaron a electorados, ducados y reinos más grandes para hacer del gobierno de la Alemania no prusiana una labor más sencilla. Los mayores estados fueron Sajonia y Baviera, cuyos gobernantes fueron elevados al rango de reyes por Napoleón.
En agosto, el rey de Prusia Federico Guillermo III tomó la decisión de ir a la guerra independientemente de las otras grandes potencias. El curso de los acontecimientos más sensato hubiera sido declarar la guerra el año anterior y unirse a Austria y Rusia. Esto podría haber contenido a Napoleón y prevenido el desastre aliado en la Batalla de Austerlitz. Así las cosas, el ejército ruso, un aliado de Prusia, se encontraba bastante lejos cuando Guillermo hizo su declaración de guerra. En septiembre, Napoleón lanzó a todas las fuerzas francesas sobre el Rin. Eran alrededor de 160.000 hombres, cifra que aumentó a medida que la campaña se desarrollaba, contra Prusia, y se movieron con tal velocidad que virtualmente aniquilaron al ejército Prusiano de unos 250.000 hombres. Prusia tuvo que soportar la muerte de 25.000 de ellos, 150.000 fueron hechos prisioneros y los franceses se apropiaron de unas 4.000 piezas de artillería y 100.000 mosquetes, que fueron almacenados en Berlín. El ejército prusiano fue definitivamente vencido por Napoleón en la Batalla de Jena, y por el mariscal Louis Nicolas Davout en la Batalla de Auerstädt (14 de octubre de 1806). Esta última batalla enfrentó a un simple cuerpo del ejército francés que derrotó al grueso del ejército Prusiano. En Jena, Napoleón únicamente luchó contra un destacamento.
Napoleón entró en Berlín el día 27, y visitó la tumba de Federico II el Grande, ordenando a sus mariscales quitarse el sombrero y diciendo: Si él estuviera vivo, nosotros no estaríamos aquí hoy. En total, a Napoleón había tardado solamente 19 días desde el comienzo de su ataque sobre Prusia hasta el final de la guerra con la caída de Berlín y la destrucción de sus principales ejércitos en Jena y Auerstädt. Como contraste, Prusia había luchado durante tres años en la guerra de la Primera Coalición.
En Berlín, Napoleón promulgó una serie de decretos, que entraron en vigor el 21 de noviembre de 1806, llevando a efecto el Bloqueo Continental, que pretendía eliminar la amenaza británica a través de medidas económicas. Como se explicó al principio de este artículo, el ejército británico era una pequeña amenaza para Francia. El Reino Unido mantenía un ejército regular de sólo 220.000 hombres en el momento álgido de las Guerras Napoleónicas, cuando las fuerzas francesas superaban la cifra de un millón y medio, además de los ejércitos de numerosos aliados y muchos cientos de miles de guardias que podían ser agregados al ejército en caso necesario. La Armada Real Inglesa era problemática en lo concerniente al comercio extra-continental de Francia, pero no podía hacer nada contra el comercio francés continental, y no suponía una amenaza para el territorio de Francia. Por otro lado, la población y la capacidad de producción francesa eran abrumadoramente superiores a la británica; sin embargo, el dominio de los mares del Reino Unido le permitió consolidar una considerable fuerza económica, que era suficiente para asegurar que Francia nunca podría consolidar la paz por las coaliciones que Inglaterra levantaba contra ella. Los gobernantes franceses, en cambio, creían que aislar a Inglaterra del continente acabaría con su influencia económica sobre Europa. Esta era la base del llamado Bloqueo Continental, que fue el que se impuso.
La siguiente etapa de la guerra llevó a la expulsión de tropas rusas de Polonia y la creación del nuevo Gran Ducado de Varsovia. Napoleón entonces tomó rumbo norte para enfrentarse a los restos del ejército ruso e intentar capturar la nueva capital prusiana de Königsberg. Un movimiento táctico en la Batalla de Eylau, entre el 7 y el 8 de febrero, forzó a los rusos a una posterior rendición. Napoleón llevó al ejército ruso entonces a la Batalla de Friedland, el 14 de junio. Tras esta derrota, Alejandro se vio forzado a firmar la paz con Napoleón en Tilsit, el 7 de julio de 1807.
En el Congreso de Erfurt (1808), Napoleón y el Zar Alejandro I acordaron que Rusia debía forzar a Suecia a unirse al Bloqueo Continental, lo cual condujo a la Guerra Finlandesa y a la división de Suecia por el golfo de Botnia. La parte oriental fue anexionada por Rusia en el Gran Ducado de Finlandia.

La Tercera Coalición

Napoleón planeó la invasión de las Islas Británicas, y reunió 180.000 soldados en Boulogne. Sin embargo, necesitaba conseguir antes la superioridad naval para llevarla a cabo, o al menos, alejar a la flota británica del Canal de la Mancha. Se elaboró un complejo plan para distraer a los británicos, amenazando sus posesiones en las Indias Occidentales, pero este plan falló cuando la flota Franco-Española al mando del almirante Villeneuve se retiró tras una acción poco decidida de éste en la Batalla del Cabo Finisterre (1805). Villeneuve se vio bloqueado en Cádiz hasta que la flota combinada salió de nuevo el 19 de octubre con destino a Nápoles. Esta flota fue capturada y vencida en la Batalla de Trafalgar el 21 de octubre por la armada inglesa al mando de Horatio Nelson. Napoleón había enviado nueve planes diferentes a Villeneuve, pero éste vaciló constantemente, provocando este desastroso resultado.
Tras este contratiempo, Napoleón abandonó (aunque no olvidó) sus planes para invadir las Islas Británicas, y volvió su atención a sus enemigos en el Continente. El ejército francés dejó Boulogne y se trasladó a Austria.
La serie de conflictos navales y coloniales, incluyendo la llamada Acción de 1805, donde tres barcos franceses atacaron a un navío de línea y un carguero inglés, fueron la tónica de esos meses, y llevaron a Napoleón a su decisión de abortar sus planes de invadir Inglaterra. Esto era también una clara señal de la nueva naturaleza de la guerra. Los conflictos en el Caribe podían tener un efecto inmediato y directo sobre el conflicto europeo, y batallas dadas a miles de kilómetros influían el resultado de las otras. Esto era tal vez un signo de que las Guerras Napoleónicas habían llegado a un punto en el que se habían convertido en una guerra mundial. El único precedente de un conflicto tan amplio y a tal escala fue la Guerra de los Siete Años.
En abril de 1805, el Reino Unido y Rusia firmaron un tratado para expulsar a los franceses de Holanda y Suiza. Austria se unió a la alianza tras la anexión de Génova y la proclamación de Napoleón como Rey de Italia. Los austriacos comenzaron la guerra invadiendo Baviera con un ejército de unos 70.000 hombres bajo el mando de Karl Mack von Lieberich, y el ejército francés salió de Boulogne a fines de julio de 1805 para enfrentarse a ellos. En la Batalla de Ulm (25 de septiembre al 20 de octubre), Napoleón trató de vencer al ejército de Mack con una brillante maniobra envolvente, forzando su rendición sin sustanciales pérdidas. Con el ejército principal de Austria al norte de los Alpes vencido (otro ejército bajo el mando del Archiduque Carlos de Austria había acosado el ejército de André Masséna en Italia con resultados poco concluyentes), Napoleón ocupó Viena. Lejos de sus líneas de suministro, se enfrentó con un ejército austro-ruso superior al suyo y bajo el mando de Mijaíl Kutúzov, con los emperadores Francisco II, Sacro Emperador Romano y Alejandro I de Rusia presentes. En lo que es usualmente considerado su mayor victoria, el 2 de diciembre Napoleón destrozó al ejército combinado austro-ruso en la Batalla de Austerlitz, en Moravia. Infringió un total de 25.000 bajas a un ejército numéricamente superior mientras tuvo menos de 7.000 en sus propias filas. Tras Austerlitz, Austria firmó el Tratado de Pressburg, dejando la coalición. Esto le costó a Austria ceder Venecia al Reino de Italia (Napoleónico) y el Tirol a Baviera.
Con la retirada de Austria de la guerra sobrevino un estancamiento. El ejército napoleónico tenía un récord de victorias imbatibles en tierra, pero la fuerza total del ejército ruso aún no había entrado en juego.

La Primera y Segunda Coaliciones

La Primera Coalición (1792-1797) de Austria, Prusia, el Reino Unido, España y el Piamonte (Italia) contra Francia fue el primer intento para acabar con el republicanismo. La coalición fue derrotada por los franceses debido a una movilización general, levas en masa, reformas en el ejército y una guerra absoluta. En 1795, Francia se anexionó los Países Bajos austriacos (actual Bélgica) y la Renania. Sigue la conquista de las Provincias Unidas (a las que había declarado la guerra en 1793) y su transformación en la República Bátava (Tratado de La Haya, 19 de enero de 1795). Prusia firmó la Paz de Basilea y dejó la coalición. España, tras unas victorias iniciales en la invasión del Rosellón en 1793 (Guerra del Rosellón), vio como las tropas francesas invadían Cataluña, Vascongadas y Navarra. Ante esta amenaza, también firmó separadamente en 1795 la Paz de Basilea. Las campañas italianas de Napoleón en 1796 y 1797, también hicieron abandonar al Piamonte la Coalición. Piamonte fue uno de los miembros originales de la Coalición y había significado un peligro persistente para Francia en el frente italiano durante cuatro años en la época en la que Napoleón asumió el mando del ejército francés en Italia. A Bonaparte le llevó un mes vencer a Piamonte y hacer retroceder a sus aliados austriacos. Las fuerzas de los Estados Papales se rindieron a los franceses en Fuerte Urbano, forzando al Papa Pío VI a firmar un tratado de paz provisional, (Tratado de Paz de Tolentino) y las sucesivas contraofensivas austriacas en Italia fueron infructuosas, y condujeron a la entrada de Bonaparte en el Friul. La guerra terminó al forzar Bonaparte a los austriacos a aceptar sus propias condiciones en el Tratado de Campo Formio. El Reino Unido quedó entonces como la única potencia aún en guerra con Francia.
La Segunda Coalición (1798-1801) de Imperio ruso, Reino Unido, Imperio austríaco, el Imperio otomano, Reino de Portugal, Reino de Nápoles y los Estados Papales contra Francia fue al principio más efectiva que la primera. El gobierno corrupto y dividido de Francia, bajo el Directorio Ejecutivo, se encontraba en plena agitación, y la República estaba en bancarrota (ciertamente, cuando en 1799 Bonaparte tomó el poder, encontró sólo 60.000 francos en el Tesoro Nacional). La participación rusa supuso un cambio decisivo sobre la guerra de la Primera Coalición. Las fuerzas rusas en Italia estaban mandadas por el notoriamente despiadado y nunca derrotado Aleksandr Suvórov. La República Francesa no disponía de líderes como Lazare Carnot, el ministro de guerra que había llevado a Francia a las sucesivas victorias que siguieron a las masivas reformas de la primera guerra. Además, Napoleón Bonaparte estaba ocupado en una campaña en Egipto, con el objetivo de amenazar a la India Británica. Sin dos de sus más importantes comandantes del conflicto anterior, la República sufrió sucesivas derrotas contra unos enemigos revitalizados, financiados por la corona británica.
El general Kléber.
Napoleón Emperador, obra de Ingres.
Napoleón Bonaparte volvió en 1799, dejando la campaña en Egipto a cargo de su segundo al mando, el general Kléber, quien fue posteriormente asesinado. Tomó el control del gobierno francés en 1799, derribando el Directorio con la ayuda del ideólogo Emmanuel Joseph Sieyès. La ofensiva de las fuerzas austríacas en el Rin y en Italia, se convirtió en una amenaza acuciante para Francia, pero todas las tropas rusas habían sido retiradas del frente tras la muerte de la zarina Catalina II de Rusia. Napoleón reorganizó la milicia francesa y creó un ejército de reservistas para apoyar tanto los esfuerzos en el Rhin como en Italia. En todos los frentes, los avances franceses encontraron a los austriacos con la guardia baja. En ese momento, el ejército francés contaba sólo con 300.000 soldados luchando contra las fuerzas de la Coalición. En Italia, la situación era sin embargo más delicada por la presión de Austria, y Napoleón se vio forzado a movilizar al ejército de reservistas. Chocó con los austriacos en la Batalla de Marengo el 14 de junio de 1800, y podría haber perdido la batalla de no ser por la decisiva intervención del general Desaix de Veygoux, que atacó la retaguardia austríaca y la venció. Desaix murió en la batalla, y Napoleón conmemoró posteriormente su bravura construyéndole monumentos y tallando su nombre en el Arco del Triunfo. En el Rin, en cambio, la decisiva batalla llegó cuando un ejército francés de 180.000 hombres se enfrentó a 120.000 soldados austríacos en la Batalla de Hohenlinden el 3 de diciembre. Austria fue definitivamente vencida y abandonó el conflicto tras el Tratado de Lunéville, en febrero de 1801.
El mayor problema pendiente de Napoleón era ahora el Reino Unido, que permanecía como una influencia desestabilizadora en las potencias continentales. El Reino Unido había propiciado la Segunda Coalición a través de su financiación. Napoleón estaba convencido de que, sin una derrota británica o un tratado con el Reino Unido, no podría conseguir una verdadera paz. El ejército británico era una amenaza relativamente pequeña para Francia, pero la Armada Real Británica era una continua amenaza para la flota francesa y para las colonias en el Caribe. Además, los fondos económicos del Reino Unido eran suficientes para unir a las grandes potencias del continente contra Francia y, a pesar de las numerosas derrotas, el ejército austríaco todavía era un peligro potencial para la Francia napoleónica. En cualquier caso, Napoleón no fue capaz de invadir Gran Bretaña de una forma directa. En las famosas palabras del almirante John Jervis, primer Conde de San Vicente (en honor a la histórica victoria naval de la Batalla del Cabo de San Vicente contra la escuadra franco-española): Yo no digo, señores, que los franceses no vayan a venir; sólo digo que no vendrán por mar (palabras evidentemente irónicas tratándose Gran Bretaña de una isla), se expresaba la situación tras las derrotas de la flota francesa en la Batalla del Nilo (Aboukir, 1 de agosto de 1798) y la posterior derrota de la flota combinada franco-española en la Batalla de Trafalgar (21 de octubre de 1805), ambas con el almirante Horatio Nelson al mando de la flota británica. Por último, fue fácilmente contenida una expedición francesa a Irlanda.
La batalla de Copenhague (2 de abril de 1801).

La Guerra de las Cañoneras

Artículo principal: Guerra de las Cañoneras
Dinamarca y Noruega, que originalmente se habían declarado neutrales en las Guerras Napoleónicas, sacaron provecho de la guerra a través del comercio y establecieron una armada. Tras una muestra de intimidación en la Primera Batalla de Copenhague (1801), los ingleses capturaron un gran número de naves de la flota danesa, en la Segunda Batalla de Copenhague (1807). Esto terminó con la neutralidad danesa, enzarzándose los daneses en una guerra naval de guerrillas, donde con pequeños barcos cañoneros, dirijidos por el general de batalla marina Jacobo León, pretendían atacar a los barcos ingleses –mucho mayores– que estuvieran en aguas danesas y noruegas. La Guerra de las Cañoneras terminó cuando la flota inglesa obtuvo la victoria en la Batalla de Lyngør en 1812, en la cual fue destruido el último de los buques de guerra daneses, una fragata.

La Paz de Amiens

El Tratado de Amiens (1802) dio como resultado la paz entre el Reino Unido y Francia, y significó el colapso final de la Segunda Coalición. Sin embargo, nunca se consideró un tratado duradero: ninguna de las partes estaba satisfecha y ambas incumplieron partes del mismo. Las hostilidades recomenzaron el 18 de mayo de 1803. El objeto del conflicto cambió desde el deseo de restaurar la monarquía francesa a la lucha para acabar con Napoleón Bonaparte.
Bonaparte declaró el Imperio el 28 de mayo de 1804, y fue coronado emperador en la catedral de Notre-Dame de París el 2 de diciembre.

Las Guerras Napoleónicas

Las Guerras Napoleónicas fueron una serie de conflictos militares que tuvieron lugar durante el tiempo en que Napoleón I rigió en Francia. Fueron en parte una extensión de los conflictos que estallaron a causa de la Revolución francesa, y continuaron, a instigación y gracias al financiamiento de Inglaterra, durante todo el Primer Imperio francés. No existe consenso sobre el momento exacto en que comenzaron estas guerras. Hay quien considera que empezaron cuando Napoleón alcanzó el poder en Francia, en noviembre de 1799, sin embargo otras versiones sitúan el periodo bélico entre 1799 y 1802 en el contexto de las Guerras Revolucionarias Francesas, y consideran la ruptura de la paz y declaración de guerra del Reino Unido a Francia en 1803, que siguió al breve periodo de paz del Tratado de Amiens en 1802 como el punto inicial de las llamadas "Guerras Napoleónicas". Las "Guerras Napoleónicas", que hoy en día se tiende cada vez más a llamar las "Guerras de Coalición" por haberle sido en realidad impuestas a Napoleón por los aliados, finalizaron el 20 de noviembre de 1815, tras la derrota final de Napoleón en la Batalla de Waterloo y el Segundo Tratado de París de 1815. En conjunto, el casi continuado período de guerras comprendido entre el 20 de abril de 1792 y hasta el 20 de noviembre de 1815 es llamado con frecuencia La Gran Guerra Francesa (anterior a la Primera Guerra Mundial, llamada simplemente La Gran Guerra).

viernes, 4 de febrero de 2011

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano

Uno de los acontecimientos con mayor alcance histórico de la revolución fue la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. En su doble vertiente, moral (derechos naturales inalienables) y política (condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos naturales e individuales), condiciona la aparición de un nuevo modelo de Estado, el de los ciudadanos, el Estado de Derecho, democrático y nacional. Aunque la primera vez que se proclamaron solemnemente los derechos del hombre fue en los Estados Unidos (Declaración de Derechos de Virginia en 1776 y Constitución de los Estados Unidos en 1787), la revolución de los derechos humanos es un fenómeno puramente europeo. Será la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano francesa de 1789 la que sirva de base e inspiración a todas las declaraciones tanto del siglo XIX como del siglo XX.
El distinto alcance de ambas declaraciones es debido tanto a cuestiones de forma como de fondo. La declaración francesa es indiferente a las circunstancias en que nace y añade a los derechos naturales, los derechos del ciudadano. Pero sobre todo, es un texto atemporal, único, separado del texto constitucional y, por tanto, con un carácter universal, a lo que hay que añadir la brevedad, claridad y sencillez del lenguaje. De ahí su trascendencia y éxito tanto en Francia como en Europa y el mundo occidental en su conjunto.

La Bandera Francesa y los símbolos de la Revolución

Escarapela tricolor.
Los tres colores azul, blanco y rojo eran ya frecuentes en diversos pabellones, uniformes y banderas de Francia antes del siglo XVIII. El azul y el rojo eran los colores de la villa de París desde el siglo XIV, y el blanco era en aquella época el color del reino de Francia, y por extensión de la monarquía borbónica.
Cuando Luis XVI visitó a la recién creada Guardia Nacional en el Ayuntamiento de París el 17 de julio de 1790, aparece por primera vez la escarapela tricolor, ofrecida al Rey por el comandante de la Guardia, el marqués de La Fayette. Unía la escarapela de la Guardia Nacional que llevaba los colores de la capital, con el color blanco del reino. No fue sin embargo hasta el 20 de marzo de 1790 que la Asamblea Nacional mencionó en un decreto los tres colores como "colores de la nación: azul, rojo y blanco".Pero la escarapela no era aún un símbolo nacional, y el primer emblema nacional como tal fue la bandera diseñada para la popa de los buques de guerra, adoptada por decreto de la Asamblea Nacional el 24 de octubre de 1790. Constaba de una pequeña bandera roja, blanca y azul en la esquina superior izquierda de una bandera blanca. Esta bandera fue modificada posteriormente por la Convención republicana el 15 de febrero de 1794, a petición de los marineros de la marina nacional que exigieron que se redujera la predominancia del blanco que simbolizaba todavía la monarquía.La bandera adoptó entonces su diseño definitivo, y se cambió el orden de los colores para colocar el azul cerca del mastil y el rojo al viento por motivos cromáticos, según los consejos del pintor Louis David.
Otro símbolo de la Revolución francesa es el gorro frigio (también llamado gorro de la libertad), llevado en particular por los Sans-culottes. Aparece también en los Escudos Nacionales de Francia, Haití, Cuba, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Bolivia, Paraguay y Argentina.
El himno La Marsellesa, letra y música de Claude-Joseph Rouget de Lisle, capitán de ingenieros de la guarnición de Estrasburgo, se popularizó a tal punto que el 14 de julio de 1795 fue declarado Himno Nacional de Francia; originalmente se llamaba Chant de guerre pour l'armée du Rhin (Canto de guerra para el ejército del Rin), pero los voluntarios del general François Mireur que salieron de Marsella entraron a París el 30 de julio de 1792 cantando dicho himno como canción de marcha. Los parisinos los acogieron con gran entusiasmo y bautizaron el cántico como La Marsellesa.
El lema Liberté, égalité, fraternité (libertad, igualdad y fraternidad), que procede del lema no oficial de la Revolución de 1789 "liberté, égalité ou la mort" (libertad, igualdad o la muerte), fue adoptado oficialmente después de la Revolución de 1848 por la Segunda República Francesa.
Bandera de Francia.
Logotipo oficial del gobierno de la República Francesa.

El Consulado (1799-1804)

La Constitución del siglo VIII, redactada por Pierre Daunou y promulgada el 25 de diciembre de 1799, estableció un régimen autoritario que concentraba el poder en manos de Napoleón Bonaparte, para supuestamente salvar la república de una posible restauración monárquica. Contrariamente a las Constituciones anteriores, no incluía ninguna declaración sobre los derechos fundamentales de los ciudadanos. El poder ejecutivo recaía en tres cónsules: el primer consul, designado por la misma Constitución, era Napoleón Bonaparte, y los otros dos sólo tenían un poder consultativo. En 1802, Napoleón impuso la aprobación de un senadoconsulto que lo convirtió en consul vitalicio, con derecho a designar su sucesor.
El cargo de cónsules lo ostentaron Napoleón Bonaparte, Sieyès y Ducos temporalmente hasta el 12 de diciembre de 1799. Posteriormente, Sieyés y Ducos fueron reemplazados por Jean Jacques Régis de Cambacérès y Charles-François Lebrun, quienes siguieron en el cargo hasta el 18 de mayo de 1804 (28 de floreal del año XII), cuando un nuevo senadoconsulto proclamó el Primer Imperio y la extinción de la Primera República, cerrando con esto el capítulo histórico de la Revolución francesa.

miércoles, 2 de febrero de 2011

El Directorio (1795-1799)

El Directorio (1795-1799)

La Convención aprobó una nueva Constitución el 17 de agosto de 1795, ratificada el 26 de septiembre en un plebiscito. La nueva Constitución, llamada Constitución del Año III, confería el poder ejecutivo a un Directorio, formado por cinco miembros llamados directores. El poder legislativo sería ejercido por una asamblea bicameral, compuesta por el Consejo de Ancianos (250 miembros) y el Consejo de los Quinientos. Esta Constitución suprimió el sufragio universal masculino y restableció el sufragio censitario.

Napoleón y la toma del poder

Napoleón Bonaparte, Primer Cónsul.
La nueva Constitución encontró la oposición de grupos monárquicos y jacobinos. Hubo diferentes revueltas que fueron reprimidas por el ejército, todo lo cual motivó que el general Napoleón Bonaparte, retornado de su campaña en Egipto, diera el 9 de noviembre de 1799 un golpe de estado (18 de Brumario) instalando el Consulado.

martes, 1 de febrero de 2011

La Convención

El poder legislativo de la nueva República estuvo a cargo de la Convención, mientras que el poder ejecutivo recayó sobre el Comité de Salvación Nacional.

Ejecución del Rey y Primera Coalición contra Francia

En el Manifiesto de Brunswick, los Ejércitos Imperiales y de Prusia amenazaron con invadir Francia si la población se resistía al restablecimiento de la monarquía. Esto ocasionó que Luis XVI fuera visto como conspirador con los enemigos de Francia. El 17 de enero de 1793, la Convención condenó al rey a muerte por una pequeña mayoría, acusándolo de «conspiración contra la libertad pública y la seguridad general del Estado». El 21 de enero el rey fue ejecutado, lo cual encendió nuevamente la mecha de la guerra con otros países europeos. La reina María Antonieta, nacida en Austria y hermana del Emperador, fue ejecutada el 16 de octubre del mismo año, iniciándose así una revolución en Austria para sustituir a la reina. Esto provocó la ruptura de toda relación entre ambos países.

El reinado del Terror

Artículo principal: El Terror

La guillotina, que fue el instrumento de ejecución de entre 35.000 a 40.000 personas durante la época del terror. Aquí, guillotina alemana empleada en Baden-Wurtemberg en el siglo XIX.

9 de Thermidor, la caída de Robespierre.
El mismo día en el que se reunía la Convención (20 de septiembre de 1792), todas las tropas francesas (formadas por tenderos, artesanos y campesinos de toda Francia) derrotaron por primera vez a un ejército prusiano en Valmy, lo cual señalaba el inicio de las llamadas Guerras Revolucionarias Francesas.
Sin embargo, la situación económica seguía empeorando, lo cual dio origen a revueltas de las clases más pobres. Los llamados sans-culottes expresaban su descontento por el hecho de que la Revolución francesa no sólo no estaba satisfaciendo los intereses de las clases bajas sino que incluso algunas medidas liberales causaban un enorme perjuicio a éstas (libertad de precios, libertad de contratación, Ley Le Chapelier, etc.). Al mismo tiempo se comenzaron a gestar luchas antirrevolucionarias en diversas regiones de Francia. En la Vandea, un levantamiento popular fue especialmente significativo: campesinos y aldeanos se alzaron por el rey y las tradiciones católicas, provocando la llamada Guerra de Vandea, reprimida tan cruentamente por las autoridades revolucionarias parisinas que se ha llegado a calificar de genocidio. Por otra parte, la guerra exterior amenazaba con destruir la Revolución y la República. Todo ello motivó la trama de un golpe de estado por parte de los jacobinos, quienes buscaron el favor popular en contra de los girondinos. La alianza de los jacobinos con los sans-culottes se convirtió de hecho en el centro del gobierno.
Los jacobinos llevarían en su política algunas de las reivindicaciones de los sans-culottes y las clases bajas, pero no todas sus reivindicaciones serían aceptadas, y jamás se cuestionó la propiedad privada. Los jacobinos no pusieron nunca en duda el orden liberal, pero sí llevaron a cabo una democratización del mismo, pese a la represión que desataron contra los opositores políticos (tanto conservadores como radicales).

Charlotte Corday tras asesinar a Marat, obra de Paul Baudry
Se redactó en 1793 una nueva Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, y una nueva constitución de tipo democrático que reconocía el sufragio universal. El Comité de Salvación Pública cayó bajo el mando de Maximilien Robespierre y los jacobinos desataron lo que se denominó el Reinado del Terror (1793–1794). No menos de 10.000 personas fueron guillotinadas ante acusaciones de actividades contrarrevolucionarias. La menor sospecha de dichas actividades podía hacer recaer sobre una persona acusaciones que eventualmente la llevarían a la guillotina. El cálculo total de víctimas varía, pero se cree que pudieron ser hasta 40.000 los que fueron víctimas del Terror.
En 1794, Robespierre procedió a ejecutar a ultrarradicales y a jacobinos moderados. Su popularidad, sin embargo, comenzó a erosionarse. El 27 de julio de 1794, ocurrió otra revuelta popular contra Robespierre, apoyada por los moderados que veían peligroso el trayecto de la Revolución, cada vez más exaltada. El pueblo, por otro lado, se rebela contra la condición burguesa de Robespierre que revolucionario antes, ahora persigue a Verlet, Leclerc y Roux. Los miembros de la Convención lograron convencer al «Pantano», y derrocar y ejecutar a Robespierre junto con otros líderes del Comité de Salvación Pública.